No es la educación ni el esfuerzo el camino más seguro para llegar a lo más alto, sino la consecución de un cargo político.
Spinoza descubrió que las personas nos movemos por emociones. Los emprendedores motivadas por incentivos de beneficio se arriesgan y hacen progresar el país generando empleo. Veblen observó que los ciudadanos emulamos a los que están mejor, y que éstos, entonces tratan de diferenciarse. Sin el incentivo de mejora, los humanos no actuaríamos más que para sobrevivir. La desigualdad de posesión motiva y explica la hegemonía del capitalismo sobre el socialismo.
El camino civilizado para reducir desigualdad de oportunidades, es un sistema educativo público de calidad, basado en la exigencia y en el reconocimiento del mérito. Así, los que tienen menos oportunidades al nacer, pueden ascender socialmente esforzándose. Esta vía se practicó en España entre los 50s y los 80s. La izquierda española desde Zapatero, huye de la exigencia educativa, inconveniente para ganar adhesiones y desarrollar su propaganda.
Lo prioritario para los gobernantes españoles, no es el bien del país, ya no quedan estadistas, solo empleados del cargo político. Nadie piensa ni a medio plazo. Lenin dijo que les convenía que la economía fuera mal, para tener a quién proteger con el escudo social, y eso es lo que hace el actual gobierno, actuando contra los autónomos.
La peor desigualdad, más aún que la territorial, es entre ciudadanos y políticos. Tenemos el doble de políticos per cápita, que un país federal como Alemania, o una monarquía como Reino Unido. No podemos generalizar, porque no es lo mismo un diputado autonómico que del parlamento europeo, ni un alcalde de un pueblo pequeño que de una gran ciudad.
Las llamadas puertas giratorias, mecanismo por el que los políticos pasan a formar parte de los consejos de administración de importantes empresas, o conseguir empleos soñados, con lo que se garantizan su futuro. Es ingenuo creer que estos empleos sean por mérito o capacidad. Con sueldos bajos, pagamos el gas y la electricidad, entre las cinco más caras de Europa. Por ello, empresas con alto consumo de energía se van del país, y muchos españoles pasan frio en invierno y calor en verano.
Los diputados no pueden ser juzgados, sin que la cámara de la que son miembros conceda su permiso (suplicatorio). Hoy por ti, mañana por mi, es extraño que un político sea juzgado. Aún así, el Tribunal Supremo es elegido por los partidos, así que, usted verá si esto es igualdad ante una Justicia, con dudosa independencia del ejecutivo.
Los masivos aforamientos de políticos son excepcionales en Europa. Otros privilegios son comidas, viajes, aparatos digitales, precios bajos en restaurantes del congreso, dietas por residir en otro lugar, coches oficiales, escoltas, secretarios, asesores. Los sueldos de los alcaldes y concejales de grandes ciudades, son altísimos, y se lo ponen ellos mismos.
Respecto a la jubilación, los ciudadanos (no políticos) tenemos que haber cotizado 37,5 años para recibir el 100% de la pensión de jubilación. Un político con sólo 7 años en el escaño, recibirá el 80% de la pensión máxima, el 90% si ha estado entre 7 y 9 años en el escaño, y el 100% si está al menos 11 años de desempeño político.
Al tiempo, tenemos un importante déficit de atención primaria, médicos y camas UVI, jueces, inspectores laborales y fiscales, ayudas a la natalidad. La deuda pública supera el 100% del PIB, todo esto sin contar el efecto de la crisis del covid-19, y un paro que en semanas superará el 20%. La financiación de las pensiones aparcada.
La vía que más progreso social proporciona a un individuo en España, no es la educación, el esfuerzo, el emprendimiento; es la política. Lo peor de tanto privilegio inmerecido, es el destrozo educativo, económico, territorial y moral del país, al que nos conducen desde hace tiempo.
Asombra que en los medios de comunicación silencien los privilegios de los políticos, que cuando Europa rescata, no exija la reducción del sobrecoste político. Si la denuncia supliera a tanta banalidad informativa, tal vez las cosas podrían cambiar. Demasiados españoles no se indignan con las mentiras del gobierno, blanqueadas por medios de comunicación afines. El silencio de sus privilegios no les exige responsabilidad y favorece que se sientan por encima de los ciudadanos.
Artículo publicado en Las Provincias