Lawfare académico

Decanos autoritarios

Hay instituciones indiferentes a la forma de gobierno, para durar, como la Iglesia, se adaptan democracias, o dictaduras, como un guante a la mano. A la universidad pública le paso algo así, el Gobierno dicta dogmas que todos los rectores obedecen para recibir fondos del Estado.  La palabra lawfare significa el retorcimiento le las leyes o normas para menoscabar la imagen de personas con intención de perjudicarlas. 

Es un cambio de roles amparado por representantes públicos autoritarios, pueden ser políticos a jueces, alumnos a profesores, basadas en extralimitaciones amparadas en los votos. Son tics tiránicos que asumen que con votos se puede hacer cualquier cosa. Hitler demostró que el criterio de una persona un voto puede llevar a catástrofes.

Mientras sufrimos un golpe de Estado institucional, donde los políticos juzgarán a los jueces, silenciado por muchas universidades, la UPV entre ellas, donde está emergiendo  un lawfare académico, que permite que decanos basados en encuestas de alumnos de primero suspendan a catedráticos con todos los reconocimientos posibles (sexenios de investigación, quinquenios docentes) los difamen, acosen, y chantajean a sus departamentos de pertenencia. 

Cientos de miles de pymes y autónomos han desaparecido por la pandemia, comprobable en nuestros barrios, por haber sido obligados a cerrar actividad. Los gobiernos Sánchez unyectan fondos europeos en el sector público mientras el mundo civilizado ha recuperado empresas castigadas en pandemia con ayudas directas, no préstamos a devolver, que es como prestarle el ataúd a un enfermo grave. 

Día a día, lo que elegimos, lo que hacemos es en lo que nos convertimos. La peor tiranía es la ejercida a la sombra de las leyes con apariencias de justicia. La excelencia no es aleatoria sino el hábito de hacer las cosas bien, dependiente del esfuerzo, disciplina y talento, y por este orden. 

Por eso, la excelencia no puede medirse con cantidades (Ley de Campbell). Cien sospechas no son prueba de nada. Tampoco se mide el amor por el número de caricias. Los incentivos marcan los hábitos, si incentivas mediocridad la organización deviene mediocre. Cuestionar las cosas no es enfermedad, aunque sea excepción, la obediencia ciega si lo es. Los obedientes deben saber que sintonizar con una sociedad enferma no es loable. Quién ignora la verdad es iluso, pero quien conociéndola calla, o la llama mentira, es un criminal.

Desde hace dos décadas, la educación pública española es un ámbito de mediocridad, uniformidad y obediencia, no se busca la independencia de criterio, y sin este, no hay creatividad, riesgo, innovación; todo es fungible. Muchos directivos buscan objetivos cuantitativos de apariencia, para presumir. Perezosos, desean tenerlo todo resuelto, incapaces de empezar algo nuevo y diferente, gestionando la complejidad, sin faro propio monitorizan su gestión de un ranking. Todo vicio con tal de que esté de moda pasa por virtud.

Lo que más se parece al sistema político español es la politizada universidad pública, este Gobierno aspira a que todo se público y en la universidad ya lo es. Todo se decide por votaciones, pero cuando vemos corrientes equivocadas que humillan la conciencia o violan el sentido común, no podemos ser obedientes, por servicio a los demás, primera obligación del funcionario.  Cuando la hipocresía es de muy mala calidad es hora de empezar a decir la verdad.

Los informes PISA se basan en pruebas no en encuestas, siendo imperfectas como todo lo humano, identifican la calidad docente con pruebas, pero en mi universidad no se tienen en cuenta los resultados académicos para medir la calidad docente, sino con deficientes encuestas al alumnado en tiempo y forma.  Todos obedecen porque si no, tendrán palos en lugar de zanahorias. Se acosa al discrepante y se chantajea a departamentos con la amenaza de apropiarse de asignaturas que imparte, porque tienen la mayoría de votos (desde el nacimiento del centro). 

Las personas libres no copian, quienes piensan no obedecen. Enseñar, es enseñar a dudar, así nace el conocimiento. Las encuestas de los alumnos no pueden medir esto, ¿qué sabe un alumno de primer curso de esto, y qué miden las encuestas del alumnado? ¿Educa usted a sus hijos preguntándole lo que les gusta, o diciéndoles lo que les debe gustar? El alumno no es un cliente, ni educarse (instruirse) es comer pizzas.

Las universidades actuales someten al personal docente e investigador a dos tiranías, la de las métricas y la de los votos.  Directivos universitarios desde hace dos décadas siguen la corriente cuantitativa del ranking propagando narcisismo: “hacer saber” en lugar de “saber hacer”. 

La consecuencia, en ausencia de respeto a la minoría y no digamos al individuo, reparten zanahorias al “obediente”, ayudas económicas, diplomas; y palo al “disidente”. El “credo directivo” suele ser un ranking cuantitativo, aceptado como dogma. 

El palo significa despedirse de ayudas, soportar difamación, intentos expulsión “civilizada” del centro, refugiados en votos de comisiones de cobardes obedientes . Los dictadores no soportan un solo discrepante porque su existencia desvela lo que son. No hay más autoridad que la del voto; el sabio y el imbécil, la verdad y la mentira cuentan lo mismo.  

Para el populista la calidad la deciden votantes alumnos, que aprueban la selectividad  muchos sin saber sumar sin calculadora fracciones elementales, ni escribir sin faltas un dictado de 4 líneas, pero hacen unas encuestas donde evalúan al profesor coaccionándolo mientras éste tiene que examinarlo, porque hay decanos buscadores de votos de alumnos mimados.

Las facultades de universidades públicas nacen departamentalmente asimétricos, con dos vicios determinantes: el decano siempre sale del departamento hegemónico, los programas están sobre ponderados de materias afines a él, y los votos siempre son mayoritarios del departamento hegemónico. 

¿Cómo se consiguen los votos de los alumnos?. La facultad les da subvenciones a los representantes, ayudas de todo tipo, sedes mejores que despachos de algunos profesores, medios informáticos, casa del alumno, no les falta de nada para que voten adecuadamente.

La exigencia académica decrece y hasta algunos alumnos de primer año, si no les apetece estudiar una asignatura, se la dejan para que una comisión los pase de curso sin haberla aprobado. Cuando el coste tiende a cero la demanda crece infinitamente. Las familias solo pagan el 20% de lo que cuesta su formación, habiendo 1,25 millones de universitarios públicos, aunque la economía española no contrate la mitad. Los trabajos manuales en España los hacen inmigrantes, los jóvenes no quieren trabajar. 

Tenemos una universidad sin universitarios, acostumbrados después de la pandemia a no asistir a clase, al acceso a clases enlatadas en power-point, refugio de profesores mediocres y alumnos absentistas.  Si estimulas la asistencia a clase no digitalizando las clases o no usas multimedia, entonces te penalizan en las encuestas y eres un mal profesor. 

Si no haces caso de las “preferencias de alumnos” ellos tienen un chat de grupo, se comunican y pobre del profesor que no haga lo que digan, incluso lo que tienen que preguntar en el examen .  Quién no obedezca lo que deseen los alumnos tendrá malas encuestas y coacciones. La consecuencia es sumisión generalizada del profesorado al alumnado. 

El alumno llega a la universidad victimizado de secundaria, lo importante no es saber sino obtener un título, el profesor es obstáculo para aprobar, prescindible pudiendo estar tumbado en casa sin venir a clase. Yo acostumbro a empezar y acabar la clase preguntando dudas sobre lo impartido antes. Me ha pasado que una alumna un día al acabar la clase a las 14 no tener duda, al día siguiente, a las 10, la misma alumna decirme que “no ha entendido nada del día anterior”. 

Al reclamarle concreción, que cómo ayer estando en la clase lo entendía todo y al día siguiente nada, en qué se concretaba para ser creíble. ¡Bueno, que maltrato, desconsideración!. Reclamación al decanato que te perseguirá por tener quejas y malas encuestas previamente fomentadas por delegación de alumnos.

Otro día, el delegado dice que alumnos, que no vienen a clase no saben como hacer un tipo de problemas y que no se pregunte en el examen. Si les dices que eso no es asunto suyo, prepárate en encuestas acordadas. Un día un alumno en tutorías dice que no tenía ninguna duda concreta que viene a “repasar”. Y así, lo que se pueda imaginar. Esta universidad antaño prestigiosa, tenemos. 

En la encuesta, preguntan al alumno si cree que el profesor domina la materia. ¿Qué capacidad tiene un alumno de primero, que no sabe los mínimos citados, ni viene a clase, para decidir si el profesor encuestado sabe o no la materia? ¿Dice la verdad? ¿A cuántas clases ha asistido? Nada de esto importa.

Como profesores han sido humillados, sometidos y doblegados a las coacciones, cuando surge un discrepante, no crean que lo apoyan, al contrario, van contra él también. ¡Qué se ha creído fulanito!. El orgullo de quien no puede edificar es destruir. La bandera del funcionario es el sueldo seguro y la obediencia. Donde no hay justicia es peligroso tener razón porque los imbéciles son mayoría. 

El decano populista se basa en la mayoría de votos para vetar indirectamente al profesor discrepante. ¿Cómo? Chantajea al director del departamento al que pertenece el discrepante, no aprobando las guías docentes vinculadas al profesor, significando que las asignaturas pueden ser ofrecidas por otro departamento, como el suyo hegemónico, que tiene mayoría de votos para apropiarse de asignaturas.  El director del departamento minoritario afectado tratará de salvar asignaturas.

Usted decidirá recomendar a familiares y conocidos que estudien donde se practica el autoritarismo, el populismo y la tontería. Lo barato suele resultar caro.

2 comentarios en «Lawfare académico»

  1. Hola Lucas, ¡ho has dit tot contundentment, com sempre! Pero esta vegada has anat més allà, que és a on se deu d’aplegar, per lo que estic totalment d’acort en tu.

    Alguna vegada hauríem d’intentar reconstruir el procés del perqué l’Universitat Espanyola ha aplegat a ser lo que és: un càncer social.

    Enhorabona puix una atra volta per tindre la valentia de dir-ho tot, clar i fort.

    Salut i avant, amics,

    Joan Carles Micó

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