El precio de lo intangible

Pague por evitar el estrés, sale barato.

¿Hay algo más valioso que la vida? ¿Es cuantificable? Depende. No lo parece, aunque las compañías de seguros tendrán sus métodos. No vale la vida lo mismo de un joven que de un viejo, de un misionero que un terrorista capaz de martirizarse  por lograr la salvación. No es lo mismo en Nicaragua, o Mali, que en Suiza o Canadá. Hay países donde la vida vale poco porque te la juegas todos los días. ¿Cuánto cuesta en tiempo de vida el estrés que padecemos? Páguelo si puede evitarse un rato de estrés, alargará su vida. Sin embargo no todos se estresan por lo mismo, igual que no todos se sienten libres de la misma manera. Se atribuye a un banquero la frase de que “la persona que no tiene precio no tiene valor”. Hay gente que cree que todo es medible, cuantificable, objetivable. Hay tontos y canallas, los primeros obedecen a los segundos.

En las universidades públicas españolas abundan los rankings que los creen porque los números suenan a científico. Usar los números para medir lo accidental es torpe porque evalúas mal.  Los rankings se comercializan, muy caros por cierto, pero los compradores (con dinero público) nunca hablan del derroche de gasto en rankings, siempre usados para presumir, no para mejorar en los que salen mal parados. La voluntad de un académico suele comprarse muy barata , al tener el sueldo seguro, la vanidad de un premio, medalla o cargo basta para producir el informe deseado. En el caso de la agenda 2030, se observa lo barato que se venden muchos académicos, incluso han resucitado a Malthus, enterrado en 1834, y los “sandías” dicen  ahora que tenemos que decrecer, reducir la producción agrícola, comer carne y beber leche sintéticas, no consumir carne animal. Lo que callan es que eso se reserva para los pobres, porque las élites gobernantes y funcionariales harán lo que siempre han querido, vivir como los ricos. Un día de estos se inventarán como tendrán que vivir en comunidad los pobres porque casa no hay para todos.  

Los precios de los bienes y servicios, sus calidades; las capacidades de un trabajador  intelectual, y no digamos artístico; el individual y de una organización,  son un asunto de gran importancia porque condiciona el comportamiento de clientes y empleados, de servidores y servidos. La realidad es lo que sucede, no lo que se dice que sucede. No se ven las cosas como son, sino como somos. Difícilmente se hace realidad lo que no se sueña, y a quien le han llenado la cabeza de ideología no ve a un elefante delante de su nariz.

 Si un paciente no está contento hasta que un médico le receta pastillas aunque no lo cure, de poco sirve la opinión del paciente para saber si un médico es bueno. Lo mismo con un profesor. Dale clases enlatadas al alumno (para que faltar a clase no penalice), dale recetas en lugar de comprensión profunda, aprobará pero no entenderá porque suceden las cosas, y opinará que eres un buen profesor. 

Lo que sucede es una cosa y lo que la gente dice que sucede es otra. La verdad no es la opinión de ninguna mayoría. El ser humano no es programable, el subjetivismo y la individualidad  no se puede suprimir por ninguna objetividad engañosa y falsa. Nada de lo que es esencialmente humano es objetivo, medible con cantidades. Llevar los métodos de la ciencias físicas  a las humanidades crea el monstruo del “hecho objetivo”, quieto, inmutable. El racionalismo, condujo a la revolución francesa, al comunismo, el marxismo y al fascismo.  

Poner a un ingeniero a dirigir una organización, no un taller o una fábrica, es tan peligroso como eran los que enviaban a la gente a la guillotina, en la revolución francesa. En España se suicidan cada día más de once españoles, cada vez más jóvenes. Nadie habla de esto pero si del machismo, que se estimula torpemente con la asimetría legal contra el varón, y produce  100 veces menos víctimas que los suicidios.  Así tienen motivos para meterse contra la “extrema derecha”. Objetivar lo que no es objetivable ni medible, es una estupidez porque el ser humano no es programable. Lo cuantificable es marginal y complementario, no esencial. Ni cantidades, ni rankings miden lo importante, ni en educación, ni en medicina, ni en nada que tenga que ver con el espíritu  humano.

La gente asustada, por el paro, la escasez de vivienda, por llegar a fin de mes, cree que un gobierno que le da subsidios es bueno, aunque sea el que genera el miedo y miseria de los pobres y los jóvenes. Si obstruyes la actividad privada, con impuestos, si importas casi todo y produces poco, produces paro y deuda.

 Con suficiente número de votos de separatistas, comunistas y terroristas blanqueados, gobiernas con la propaganda, las mentiras y la deuda que no para de crecer. Si un cura en su homilía les dice a los feligreses que Dios está con los pobres, hace lo mismo que Sánchez o Zapatero, que dicen a los españoles que nadie se quedará atrás

En el más acá, el Dios de los creyentes, es sustituido por el Estado socialista. Los feligreses vuelven de misa contentos a casa, si Dios está con los pobres, pero pueden votar a los que les dicen que nadie se quedará atrás y los empobrece. No sé si es un buen cura quién oculta la verdad sobre el origen de la pobreza, y por tanto no puede hacer libres a los feligreses. Los que van a misa pueden estar contentos, pero si las iglesias están vacías, la opinión de los ausentes no se tiene en cuenta.  Las razones de la pobreza hay que explicarlas, en las aulas y los púlpitos, para que se entiendan, de otro modo se sirve al socialismo.

Los criterios de evaluación son catalizadores, aceleran el daño si son perversos, y la mejora si son excelentes, rara vez son neutros. Desde hace dos décadas, en España el diablo del ranking impera en el infierno de las cantidades. Toda evaluación cuantitativa de personas  y organizaciones, degenera y empeora las organizaciones (Ley de Donald T. Campbell).

Mejor nos habría ido, si los gestores públicos, se hubiesen guiado por el principio estético (Miguel Ángel ) y de gestión virtuosa: “Eliminar lo que sobra”. Mucha gente  no entiende que menos puede ser más, que los árboles pueden impedir ver el bosque. Que con menos impuestos sobre la actividad privada permite recaudar más; que en una transacción comercial los dos ganan. El marxista vive el principio falso de suma cero, que si uno gana otro pierde. Que no puede haber relación ganador-ganador; que menos sector público es más prosperidad porque hay más actividad privada.  El socialismo defiende menos actividad privada y más sector público, así está España arruinada. Antes de nacer un español debe 32.000€, derrochados por gobernantes.

Paséense y tristemente lo comprobarán, contrariamente a países más civilizados: Suiza, Canadá, Australia, Reino Unido, escandinavos, en España los gestores públicos no se ocupan de mejorar las organizaciones, de servir a los ciudadanos, más bien para servirse a sí mismos, a continuar en el cargo, cambiando la realidad, engañando al votante, y todo se decide por votos, todo está politizado. La verdad oficial es lo que opina la mayoría, no reina la excelencia, la autoridad , subyugada por la mayoría mediocre. Incluso después de robar, cambian las leyes y malversar ni es delito. Vivimos en un país  socialista soportado por partidos políticos, funcionarios y sindicatos.   

 La economía no se guía por lo que la gente dice, sino por lo que la gente hace. La cantidad de opiniones no es lo que importa, sino la validad, no es en absoluto “democrática” ni “burocrática” características del sector público.

Vivimos una época de engaños permanentes y ubicuos. Nos engañan y nos seguirán engañando hasta que los castiguemos negándoles el voto. Gobernantes, rectores, sindicatos, periodistas, hoteles, empresas de telecomunicación. Cuando te quieren vender una idea, falsean alegando: “la ciencia dice”, lo cual es mentira, siempre hay unos científicos que defienden una cosa, y otros hasta la contraria. La ciencia no existe, existen los científicos y las teorías. 

 Agazapados en la propaganda, el escudo protector de la ciencia, de la tecnología y los absurdos rankings aceptados por obedientes dogmáticos, todo tipo de embaucadores engañan, desinforman, mal- evaluan, sobre el precio, la calidad de un bien, servicio u obra, el mérito de alguien. 

La atención al cliente cautivo por sus datos, brilla por su deficiencia, las máquinas, los robots impiden la reclamación efectiva de una disfunción, de un abuso. Cada día estamos más desprotegidos por los gobiernos. La propaganda engañosa, la estafa, la desatención, la invasión de la intimidad, está a la orden del día, y los ciudadanos que pagamos los impuestos nos sentimos indefensos ante el abuso generalizado.

¿Cuánto cuesta el estrés causado a los cliente acumulados en cada una de estas historias replicadas a diario por millones, víctimas de abusos y disfunciones ? 

En España faltan médicos porque los colegios  profesionales presionan para que haya pocos y los precios de sus servicios sean altos. Los médicos tienen que ser titulados para ejercer la profesión, ¿y los políticos por qué no?. Claro que en una situación de urgencia el médico es importante, pero los políticos manejan nuestros impuestos que es importante, ni tienen que estar preparados técnicamente, moralmente, ni sanos mental o físicamente. De hecho se ven ejemplos a diario de dirigentes sumamente ignorantes, psicópatas, mentirosos. ¿Cómo acabar pacíficamente con ellos? No votándoles, si continuamos votando como forofos, nunca cambiaran.

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