No puede haber excelencia educativa en un país arruinado material y moralmente.
Votar debería ser un acto racional y moral, responsable de nuestro destino compartido. El voto irracional: voto X como mis padres; mi abuelo lo mató el bando Y; la transigencia con el incumplimiento y la mentira; la escasez de sentido crítico; la propaganda clientelar; la relajación moral de quien no cuestiona lo que no necesita (funcionarios + jubilados = 12,5 millones = 34% del censo electoral); combinados estos factores hacen que los problemas empeoren, la continuidad en el cargo prevalezca. Las medidas solo emergen después de catástrofe. Los políticos mediocres no rectifican errores, los acuerdos son imposibles porque muchos ciudadanos siguen votándoles como rebaño, ausentes de la realidad, siguen en su caverna, como diría Platón. En la gestión pública no se trata de gastar mas, sino mejor, porque el gasto y la deuda se paga con impuestos. En educación no se trata de tener más profesores, sino mejores. Un país que selecciona mal a sus maestros y profesores está condenado a la ruina porque los jóvenes no pueden identificar su vocación, ser útiles socialmente y posibilitarles la felicidad. El 11% de nuestros alumnos de secundaria repiten mientras la media de la OCDE es el 2%; el 19,9% de jóvenes entre 18 y 24 años ni estudia ni trabaja; los titulados de FP son el 12% mientras la media europea supera el 18%; el paro juvenil es superior al 38%, el doble de la media europea; la farsa de las pruebas de acceso a la universidad aprueba al 98%, aunque muchos admitidos no saben escribir sin faltas de ortografía o hacer operaciones elementales sin calculadora. La universidad pública subvencionada al 80%, pero muchos alumnos al llegar a la universidad van a academias privadas porque no entienden nada de asignaturas básicas. El esfuerzo se elimina pasando curso con suspensos, el alumno confunde el fin de aprender con el medio de aprobar. Estos datos son difíciles de empeorar, pero si solo la mitad de los profesores fuesen buenos, aún habría remedio. La diferencia entre el profesor excelente (practica el hábito de enseñar bien) y el que trabaja para vivir, entre vocacional y superviviente, es abismal. Enseñar no es llenar una botella, es encender la luz de la ilusión en los alumnos, transitar de la oscura ignorancia a la luz de la comprensión de situaciones reales y actuales, planteadas apropiadamente, es un trabajo espiritual y artesano, psicológico y técnico, no vale cualquiera. La gestión educativa pública eligiendo mal al profesorado, utilizada como arma política por totalitarios socialistas, y banalizada por el PP, es ruina nacional. Desde 1980 el empleo más sobrevalorado, seguro y fácil de España, es ser docente público de primaria y secundaria. Refugio y cajón de sastre de todo tipo de perfiles que se convierten en funcionarios vitalicios aunque sean incapaces de comunicar nada. Su selección es esencialmente memorística, previa competición como si se tratara de un administrativo consistorial, basta estudiarse unos temas como hace cualquier estudiante. Politizada la educación, en las autonomías separatistas se exige el ideológico requisito lingüístico para eliminar competencia y adoctrinar mejor. Las cualidades de vocación, conocimiento amplio, capacidad comunicativa y de motivación, empatía, generosidad, ética, paciencia, generosidad, se ignoran completamente en los criterios de selección del profesorado. Una vez elegido nadie evalúa al profesor, los sindicatos obstruyen ejerciendo de matones y los gobiernos claudican. Incumplen su obligación de enseñar el programa y en su lugar adiestran al alumnado para aprobar absurdas pruebas de acceso a la universidad, degeneran la esencia del aprendizaje. Faltan buenos trabajadores manuales: camioneros, albañiles, contables, sobran titulados universitarios sin empleo o haciendo trabajos no cualificados. El exceso de titulados los devalúa, como la excesiva inmigración ilegal baja sueldos de legales y nativos, aumentando la economía sumergida. La última ley educativa pretende que los niños menores de 6 años construyan su identidad sexual, como si la biología dependiese de la voluntad, y eliminar exámenes para que no haya fracaso. El pasado 3 de octubre, los cargos del PP y familias, educados para el rebaño, no llenan las calles contra abusos totalitarios pero si la plaza de toros de Valencia, para aplaudir al caudillo, y ver a la lideresa.
Artículo publicado en Las Provincias