Universidad y tauromaquia

Las clases para trascender deben ser arriesgadas 
como las corridas de toros
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La cantidad y la calidad son esencialmente incompatibles. La cantidad afecta a lo medible, a lo fisico; mientras que la calidad afecta a lo subjetivo, a lo personal, es tangible individualmente. 

La ley de Campbell afirma que la evaluación cuantitativa de personas degenera y obtiene resultados contrarios a los buscados. Una clase le puede parecer muy buena a un estudiante y horrible a otro. ¿Por qué? Hoy abundan los buscadores del camino fácil, se educa mal en la creencia que lo fácil es lo que conviene, los jóvenes actuales tienden torpemente a valorar lo fácil, porque están deshabituados al esfuerzo y la exigencia.  La excelencia es el hábito de hacer las cosas bien, lo sublime es hacer fácil lo difícil. Aunque hay capacidades y talentos, hace falta mucho entrenamiento para la excelencia, que solo llega después de mucho entrenamiento, por eso procede del hábito.  También influye la vocación, porque el esfuerzo, la perseverancia, la disciplina, fatiga mucho menos que a quién no le gusta determinada actividad.  ¿Vale igual la opinión de un buen estudiante que la de uno mediocre?. ¿Influye el momento en que se pregunta?  Si imaginamos una clase con mayoría de alumnos desmotivados, vagos y sin talento, lo mejor que se podría hacer con sus encuestas sería olvidarlas, salvo que lo que se busca es su voto. Las pruebas de acceso a la universidad son tan deficientes,  que en las clases actuales en los primeros cursos de la universidad hay bastantes alumnos mal educados en el esfuerzo y exigencia, interpretan al profesor como obstáculo para aprobar, practican la victimización.  Es frecuente encontrar en universitarios faltas de ortografía, errores en operaciones elementales, caligrafías horribles, padecen incapacidad de expresión. Los excesos de las pantallas hacen mucho daño en los hábitos de los alumnos, pero también  del profesorado.  En la enseñanza con pantallas la información pasa muy rápida, hay que ser un artista para medir el tiempo, el ritmo, en complementar el texto visible con el discurso oral.  En los congresos, la mayoría de expositores no saben exponer su comunicación. Coartadas no faltan: la información digitalizada está disponible para los alumnos, se puede repetir, pero también excusas para eliminar los riesgos del profesor inseguro. Una buena clase, como una faena taurina, tiene que tener riesgo para trascender e impactar, no puede ser una rutina. Cada clase debería parecerse a una faena donde el profesor pudiera salir abucheado o aclamado. Un profesor que no arriesga no trasciende. Como en los toros, hay aficionados entendidos y meros aplaudidores, hay plazas exigentes donde no se corta un rabo en una década, y otras donde las “orejas” se regalan. La opinión para ser libre debe evitar el conflicto de interés y debe realizarse después de que el alumno ha superado la asignatura, el curso siguiente, para que el alumno haya demostrado solvencia y no tenga el interés de que está siendo evaluado de la asignatura.  En algunas universidades las encuestas de evaluación del profesorado se hacen en el curso en el que el alumno es examinado por el profesor.  Otro asunto es lo que se pregunta, y si el alumno dice la verdad. Las encuestas pues, tienen muchas limitaciones, y en absoluto puede ser un factor determinante de la evaluación docente del profesor. La principal diferencia entre la universidad pública y la privada, no es el precio de la instrucción, sino la politización y la burocracia de la pública. Las energías derrochadas en la universidad pública, en elecciones y burocracia son inmensas, pero lo peor son los malos hábitos que se pueden generar, relacionados con las encuestas. Hay decanos tan radicales en la importancia de las encuestas, que vinculan las ayudas de las facultades con las encuestas. Como los alumnos lo saben, coaccionan al profesorado en todo tipo de exigencias y saben que si no ceden tendrán malas encuestas. La consecuencia, de acuerdo con la ley de Campbell, es que la preponderancia de las encuestas deteriorará la docencia de dicha Facultad. Como pasa en los toros, ni el mejor profesor es el que tiene mejores encuestas, ni el mejor torero es el que mas “orejas” corta, o más corridas contrata. 

Artículo publicado en Las Provincias.

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